domingo, 11 de diciembre de 2011

Amarguras que no saben precisamente a limón.

Nos gustaba pensar que todo lo que hacíamos servía para algo. Que no nos arriesgábamos solo para perder, que a veces también ganábamos. Creíamos que si nos amábamos lo suficiente nada podría dañarnos, ninguna bala llena de odio o rencor podría rozarnos. Al parecer nos encantaba engañarnos porque todo lo que imaginamos, todo lo que creíamos crees, todo lo que queríamos querer… todo eso no sirvió de nada cuando el momento de la despedida se presentó haciendo caer el invierno en pleno mes de julio, partiéndonos lo labios, las manos y hasta las huellas dactilares. Todo el amor que nos jurábamos quedó inerte inútil, no sirvió para nada.

A dos calles y media

A dos calles y media pasó todo, y a dos calles y medias no pasó nada; a dos calles y media vivió él, y a dos calles y media también vivió ella.
Lauren tenía 16 años unos preciosos ojos marrones que combinaban a la perfección con su pelo dorado.
James… James era el chico perfecto, guapo, ojos azules, pelo castaño… simpático, sensible, inteligente… pero había algo raro en él. Sus ojos escondían un misterio que ni siquiera él quería aceptar. Quizá porque incluso él tenía miedo de sí mismo.
Lauren y James se conocía desde siempre, aunque James era cuatro años mayor que ella siempre habían sido amigos. James era considerado un freak para algunos pero para Lauren no, para Lauren James era un tipo especial, muy especial además.  James siempre estuvo enamorado de Lauren, y Lauren siempre estuvo enamorada de James pero hasta ese otoño de 2005 no habían dicho en voz alta lo que sentían el uno por el otro.
Aquel primer curso de la escuela superior L y J volvieron a coincidir después de muchos años, y realmente se recibieron con los brazos abiertos, poco a poco el amor o el cariño que tenían fue creciendo. Salían juntos, se reían juntos… eran felices juntos.
Una noche James invitó a Lauren a su casa para decirle lo que sentía, pero algo cambió en él ya no era el chico encantador de siempre… su transformación empezaba…
Lauren llamó dos veces a la puerta, nadie contestó, llamó otras dos veces, nada.
¿James?- preguntó ella- ¿Estás ahí?
Un grito salió de la casa y Lauren se decidió a entrar, tenía miedo por James, pero no pensó que quizá el peligro era él…
L rompió la ventana que  había en el porche junto a la puerta y entró en la casa, todo estaba oscuro, y solo se escuchaba murmullos, algo como “vete” o “no entres” pero Lauren estaba muy asustada y no escuchó, mala suerte.
Después de unos minutos caminando por la casa entró en la habitación de James, él estaba allí, parecía… no era él, ese monstruo  no era la persona que amaba a Lauren, sus ojos azules estaban allí, pero no eran iguales, la felicidad ya no estaba allí, era una mirada llena de odio, de rencor. Lauren no entendió nada. 
James odiaba esa parte de sí mismo pero ya era muy tarde.
-Lo siento mi amor- Dijo llorando J- ojalá no tuviera que hacer esto.
Lauren estaba aterrada, no podía correr, el miedo se la comía y no podía ni llorar.
Sombras rodeaban el cuerpo de Lauren que no dejaba de mirar intentando descifrar que estaba ocurriendo, sollozaba, lloraba, gritaba, pero nadie le contestaba, algo la arañaba ¿o eran mordiscos? Algo la tocaba una mano fría… todo era tan confuso, no lograba ver nada, ni siquiera una salida, alguna manera de echar a correr y huir…
Algo volvió a hablarle pero el miedo no la dejaba entender nada de lo que oía o veía, primero un susurro en su oreja, luego un dolor en el cuello, luego oscuridad, y después nada.
Esa noche se oyeron gritos, y también lloros, nadie supo nunca que pasó, nadie quiso saber que pasó. Pero James se molestó en decirlo.
Aquella noche J escribió una carta, una carta que nunca fue leída, pero fue escrita.
<< Lauren, tú, tus ojos, tu cara, tus lágrimas…. Lo siento. No tengo palabras. Yo te amaba, te amo, te amaré… pero eso soy yo, tú viniste… yo no planeé sentir cosas por ti, simplemente sucedió… yo no quería… no sé que me pasó… lo siento… te amo>>
James la amaba, eso era cierto, pero él era un monstruo lleno de odio al que nadie pudo salvar, él pensaba  tan solo el amor podía salvarle, pero se equivocó. Acabó con la única cosa que amó, y no hay más terror que eso. No hay nada peor que perder a quien amas.
A dos calles y media pasó todo, o quizá no paso nada, a nadie le importó. A dos calles y media ellos se enamoraron, a dos calles y media vivía él, y a dos calles y media vivía ella. A dos calles y media la historia terminó.

Nosotros

SERENIDAD. Así es exactamente como me siento ahora mismo. Eso es lo que me aporta él, serenidad, estabilidad, control. Mi vida ya no es una montaña rusa desde que se convirtió en un río, con una cascada, enorme, lo que equivale a un bajón, pero ahora está él y aunque a veces me invada este sentimiento de soledad él sigue conmigo a todas horas, en cualquier momento y eso hace que cada día le quiera más y más porque es él y soy yo y eso aunque solo seamos dos equivale a un  NOSOTROS.

Hapiness

Es asombroso ver cómo pueden cambiar las cosas de un día para otro. Un momento estás melancólico, absorto, triste…y al siguiente estás radiante de felicidad y todo es gracias a él. A esa persona de la que no puedes escapar, esa persona que con una sonrisa hace que salga el sol por las mañanas. Esa persona que te hace feliz, con una mirada.